Hoy en AS nos deleitamos, nuevamente, con la maravilla de la manipulación fotográfica, pero esta vez en su estado más puro e íntimo, entendiendo así este manipŭlus como lo que alguna vez fue, como una mano en todo su potencial creador, como una mano que ordena y se hace plena en la obra. De origen ruso, este fotógrafo, quien emigra en 1974 a Estados Unidos descontento con el régimen comunista, no puede estar más lejos de la manipulación digital, aunque muchos en una primera mirada pudiesen pensar que sí; y en este sentido, sin desmerecer el uso de software de manipulación digital, en un trabajo basado en un medio analógico/químico se complican bastante más las cosas. 40 es el número de negativos que él cuenta ha llegado a superponer para lograr una sola fotografía y llenar así nuestra imaginación de su propio imaginario en una orgía abismal de haluros de plata.

Para abordar cada obra Misha Gordin parte de una idea inicial, la cual primeramente plasma en un dibujo. Este dibujo es posteriormente pensado en términos de sus posibles imágenes componentes, las que posteriormente son obtenidas de la realidad mediante la cámara fotográfica. Toda esta operación es coronada con el laborioso trabajo en el cuarto oscuro, una faena que sólo en el montaje de una única obra puede llegar a tomarle semanas en el laboratorio. Este último ensamble es realizado por el artista en un cuarto oscuro tradicional, usando una técnica de enmascaramiento desarrollada y perfeccionada por él a través de sus años de carrera.

Las obras de este autor, todas en blanco y negro, evocan grandes universos mentales llenos de soledad y hermetismo, en donde es recurrente la sensación del hombre enfrentándose a su entorno, un entorno que se le presenta lleno de misterio e incertidumbre. Su imaginario, al más estilo del surrealismo muestran también la fragilidad del hombre enfrentado a su propio mundo, a un mundo que lo aleja y que lo confunde en la masa pero que a la vez lo rescata desde su propia individualidad.

Cada una de sus obras, sale al mercado con siete copias en lugar de diez (como suele ser habitual), dejando esas tres restantes para sus hijos como legado. Copias que pueden llegar a triplicar su precio, por el hecho de realizarse artesanalmente.

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«…No es nueva la idea de manipular imágenes fotográficas. De hecho, en cierto grado, toda imagen se manipula. El verdadero poder de la fotografía surge cuando la realidad alterada se presenta como existente, y se da por supuesta. Una imagen evidentemente manipulada acaba siendo un engaño que muestra la carencia de comprensión del particular poder que posee la fotografía: grabar fehacientemente en nuestro subconsciente que lo capturado por la cámara ha existido. En el mejor ejemplo de la imagen exitosamente manipulada, nunca surgiría la pregunta ¿Es esto real?«

Misha Gordin

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